Te bendecimos, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque nos has llamado a la vida consagrada,
a vivir en sobreabundancia de gratuidad y de amor.
Que Jesucristo, tu Hijo Amado, nos enseñe
a ser presencia viva de su modo de existir y de actuar,
para que el amor se convierta en profecía
y en ternura que engende vida nueva.
Espíritu Santo, transfórmanos como María,
en testigos de un mundo nuevo
y danos, por su intercesión, valentía y lucidez. Amén