¿Quién podrá concederme que yo repose en Ti?
Nos has hecho para ti, Señor,
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
Haz que te busque, Señor, invocndote.
Y que te invoque creyendo en ti.
Pero yo no existiría en absoluto, si tú no estuvieras en mí,
o mejor, yo no existiría si no estuviera en ti.
¿Y a qué se reduce todo cuanto he expresado sobre ti, Dios mío, vida mía, mi santa dulzura?
¿Qué puede decir cualquiera cuando habla de ti?
Sin embargo, ¡ay de los que te silencian,
porque son mudos que hablan demasiado!
¿Quién podrá concederme que yo repose en ti?
¿Quién me concederá que vengas a mi corazón y lo embriagues, para que me olvide de todos mis males y me abrace contigo, único bien mio?
Ten misericordia de mí, para que me salgan las palabras.
Por tu ternura te pido me digas qué eres tú para mí.
Dile a mi alma: “Yo soy tu salvación”.
Y dilo de tal modo que yo lo oiga.
Señor, ahí tienes en tu presencia los oídos de mi corazón.
Abrelos y dile a mi alma: “Yo soy, tu salvación”.
Yo saldré disparado tras esta voz y te alcanzaré.
(SanAgustmn, Confesiones 1,1-5)