49.- El granito de arena

Tenemos una misión que cumplir,
aunque nos parezca insignificante,
como un granito de arena.
No se puede ser piedra angular
si uno no se sabe granito de arena.
Sólo se puede mirar la inmensidad del mar,
cuando uno es, en la playa, granito de arena.
A veces nos toca realizar hazañas,
pero la maravilla es el granito de arena de cada día.
A veces estamos tan cansados
que sólo podemos poner el granito de arena.
El granito de arena es anónimo,
y quienes soportan el peso del sufrimiento son las personas anónimas.
El granito de arena es despreciado,
pero Dios lo cuida como su mejor tesoro.
El granito de arena es ordinario,
y el amor lo hace extraordinario.
No será canonizado como santo,
demasiado humano el granito de arena.
No se escribirá nada sobre él,
tan pequeño es el granito de arena.
Pero el Padre de los cielos se complace en él,
el sencillo de corazón, el granito de arena.
Granito de arena pareció el sí de María,
y en Nazaret cambió el destino del mundo.
Granito de arena, y menos que granito de arena,
parecía el niño de Belén o el crucificado en el Gólgota.
Y ¿qué es la fuerza del Espíritu, a los ojos del mundo,
sino un granito de arena, polvo que arrebata el viento?
Nosotros ponemos el granito de arena;
Dios se encarga de construir
la ciudad eterna de piedras preciosas.

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